AMOR INDECLARADO
La lluvia tamborileaba incesantemente contra los ventanales del pequeño café en la Avenida 5. Ellie miraba hacia afuera, perdida en pensamientos que parecían girar tan interminablemente como el aguacero exterior. Sorbió su café tibio y dejó que sus ojos volvieran a la calle bulliciosa, la gente apresurándose con paraguas y chaquetas empapadas. Su corazón se sentía tan pesado como las nubes arriba.
Al otro lado de la mesa, Michael se movió incómodamente. Giraba la cuchara en su té, observando a Ellie de cerca. Sabía que ella estaba sufriendo, pero también sabía que había algo no dicho entre ellos, algo que ninguno se había atrevido a abordar hasta ahora.
Michael rompió el silencio.
Ellie, tenemos que hablar de esto.
Ellie volvió su mirada hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y algo más—quizás resignación.
Lo sé, Michael. Es solo... complicado.
Complicado era un eufemismo. Michael y Ellie habían sido mejores amigos desde la universidad. Compartían todo: sueños, desilusiones, conversaciones nocturnas, e incluso el ocasional abrazo que duraba un momento demasiado largo. Pero siempre había una línea invisible que ambos temían cruzar.
Michael se inclinó hacia adelante, su voz suavizándose.
No puedo seguir fingiendo, Ellie. Estoy enamorado de ti.
Ellie sintió que un nudo se formaba en su garganta. Lo había sabido, por supuesto. Siempre lo había sabido. Pero escucharlo en voz alta era diferente—dolorosamente real.
Michael, yo...
Luchó por encontrar las palabras correctas. ¿Cómo le dices a tu mejor amigo, la persona que te conoce mejor que nadie, que no puedes corresponder a sus sentimientos de la manera que él desea?
No tienes que decirlo, Ellie. Sé que eres heterosexual. Y sé que no soy lo que buscas de esa manera. Pero tenía que ser honesto contigo.
Los ojos de Ellie se llenaron de lágrimas. Extendió la mano a través de la mesa y tomó la de Michael.
Tú significas todo para mí, Michael. No puedo imaginar mi vida sin ti. Pero tengo miedo. Miedo de que decir la verdad nos cambie.
Michael apretó su mano, su mirada inquebrantable.
Nada podría cambiar lo que tenemos, Ellie. Pero nos debemos ser honestos sobre nuestros sentimientos, ¿verdad?
Ellie asintió lentamente, secándose una lágrima con la mano libre. El café a su alrededor parecía desdibujarse, como si el mundo fuera de su burbuja de conversación ya no importara.
Yo también te amo, Michael. Solo que... no de la manera que tú deseas.
El silencio se instaló entre ellos, no incómodo, pero cargado con el peso de pensamientos no expresados. La lluvia afuera se intensificó, el sonido casi ensordecedor.
Michael finalmente rompió el silencio, su voz apenas un susurro.
Seguiremos siendo amigos, ¿verdad? Mejores amigos?
Ellie sonrió, una sonrisa agridulce que llevaba todas las emociones que no podía poner en palabras.
Siempre.
La lluvia continuó cayendo mientras se sentaban allí, las manos entrelazadas, ambos sabiendo que esto era el comienzo de un nuevo capítulo. Uno lleno de incertidumbres, pero también con el lazo inquebrantable de una amistad que siempre había sido su fundamento.
La lluvia tamborileaba incesantemente contra los ventanales del pequeño café en la Avenida 5. Ellie miraba hacia afuera, perdida en pensamientos que parecían girar tan interminablemente como el aguacero exterior. Sorbió su café tibio y dejó que sus ojos volvieran a la calle bulliciosa, la gente apresurándose con paraguas y chaquetas empapadas. Su corazón se sentía tan pesado como las nubes arriba.
Al otro lado de la mesa, Michael se movió incómodamente. Giraba la cuchara en su té, observando a Ellie de cerca. Sabía que ella estaba sufriendo, pero también sabía que había algo no dicho entre ellos, algo que ninguno se había atrevido a abordar hasta ahora.
Michael rompió el silencio.
Ellie, tenemos que hablar de esto.
Ellie volvió su mirada hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y algo más—quizás resignación.
Lo sé, Michael. Es solo... complicado.
Complicado era un eufemismo. Michael y Ellie habían sido mejores amigos desde la universidad. Compartían todo: sueños, desilusiones, conversaciones nocturnas, e incluso el ocasional abrazo que duraba un momento demasiado largo. Pero siempre había una línea invisible que ambos temían cruzar.
Michael se inclinó hacia adelante, su voz suavizándose.
No puedo seguir fingiendo, Ellie. Estoy enamorado de ti.
Ellie sintió que un nudo se formaba en su garganta. Lo había sabido, por supuesto. Siempre lo había sabido. Pero escucharlo en voz alta era diferente—dolorosamente real.
Michael, yo...
Luchó por encontrar las palabras correctas. ¿Cómo le dices a tu mejor amigo, la persona que te conoce mejor que nadie, que no puedes corresponder a sus sentimientos de la manera que él desea?
No tienes que decirlo, Ellie. Sé que eres heterosexual. Y sé que no soy lo que buscas de esa manera. Pero tenía que ser honesto contigo.
Los ojos de Ellie se llenaron de lágrimas. Extendió la mano a través de la mesa y tomó la de Michael.
Tú significas todo para mí, Michael. No puedo imaginar mi vida sin ti. Pero tengo miedo. Miedo de que decir la verdad nos cambie.
Michael apretó su mano, su mirada inquebrantable.
Nada podría cambiar lo que tenemos, Ellie. Pero nos debemos ser honestos sobre nuestros sentimientos, ¿verdad?
Ellie asintió lentamente, secándose una lágrima con la mano libre. El café a su alrededor parecía desdibujarse, como si el mundo fuera de su burbuja de conversación ya no importara.
Yo también te amo, Michael. Solo que... no de la manera que tú deseas.
El silencio se instaló entre ellos, no incómodo, pero cargado con el peso de pensamientos no expresados. La lluvia afuera se intensificó, el sonido casi ensordecedor.
Michael finalmente rompió el silencio, su voz apenas un susurro.
Seguiremos siendo amigos, ¿verdad? Mejores amigos?
Ellie sonrió, una sonrisa agridulce que llevaba todas las emociones que no podía poner en palabras.
Siempre.
La lluvia continuó cayendo mientras se sentaban allí, las manos entrelazadas, ambos sabiendo que esto era el comienzo de un nuevo capítulo. Uno lleno de incertidumbres, pero también con el lazo inquebrantable de una amistad que siempre había sido su fundamento.
El café, que había sido testigo de tantas historias, parecía envolverse en un aura de magia sutil, como si las palabras no dichas entre ellos hubieran invocado viejos espíritus que espiaban con curiosidad. Afuera, la lluvia seguía su danza interminable, y por un instante, el tiempo se sintió suspendido, atrapado en un vórtice donde el pasado y el futuro se confundían.
Los días siguientes se mezclaron con la misma melancolía de aquella tarde lluviosa. Ellie y Michael continuaron encontrándose en el café, sus conversaciones fluyendo entre risas y silencios, cada uno consciente de la barrera invisible que se alzaba entre ellos. A veces, el eco de la confesión de Michael resonaba en el aire, como un susurro que se rehusaba a desvanecerse.
Una tarde, mientras el sol se escondía detrás de nubes grises, Michael llevó consigo un libro viejo, cubierto de polvo. Ellie lo observó con curiosidad mientras él lo abría, revelando páginas amarillentas y notas escritas a mano.
Lo encontré en una librería de segunda mano. Pensé que te gustaría, dijo Michael, su voz temblando con una mezcla de emoción y nerviosismo.
Ellie tomó el libro, sintiendo su peso y la historia que cargaba. Lo abrió con cuidado, descubriendo poemas escritos con una pasión que le resultaba familiar. Al leer los versos, sintió que cada palabra hablaba de sus propias emociones, de los sentimientos enterrados que ambos compartían pero nunca podían expresar en su totalidad.
El tiempo pasó, y la vida los llevó por caminos diferentes. Ellie encontró el amor en alguien que apareció de repente, como una ráfaga de viento en un día caluroso. Michael, por su parte, se sumergió en sus proyectos, siempre con una sonrisa que escondía un pesar profundo.
Sin embargo, cada vez que se encontraban en el café y la lluvia tamborileaba contra los ventanales, algo en el aire les recordaba que su vínculo era más fuerte que cualquier palabra no dicha. En esos momentos, la ambigüedad de su relación se desvanecía, y lo único que importaba era que habían sido capaces de mantener su amistad, intacta, a pesar de todo.
En el último encuentro que tuvieron, bajo una lluvia que parecía más suave, Michael entregó a Ellie una carta. Sin decir nada, se despidió con un abrazo que duró un segundo más de lo necesario. Ellie, con el corazón latiendo rápidamente, esperó a llegar a casa para abrir la carta.
Las palabras de Michael eran un testamento de su amor y gratitud, una declaración que no buscaba respuestas, solo un reconocimiento de lo que había sido y siempre sería. Ellie sonrió mientras leía, sintiendo que, a veces, el verdadero amor no necesita ser correspondido de la misma manera para ser eterno.
La carta terminaba con una simple frase que resonó en su ser:
El amor tiene muchas formas, y nuestra amistad siempre será la más pura de ellas.
Con esa certeza, Ellie guardó la carta en el libro de poemas, y supo que, aunque sus caminos podían divergir, siempre estarían conectados por un lazo que ni el tiempo ni la distancia podrían romper.
Y así, la historia de Ellie y Michael quedó suspendida en el tiempo, como las gotas de lluvia que, al caer, se mezclan con el suelo, creando charcos que reflejan un cielo inmenso, lleno de posibilidades y sueños no alcanzados. Dejando a la vida la tarea de decidir su destino, mientras ellos seguían adelante, con corazones entrelazados por la magia de una amistad que se negó a ser definida por fronteras convencionales.
Evelyn D.O.L.L.
Discover heartfelt stories of connection and transformation with Evelyn D.O.L.L., where love is always in the details.
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